DIEZ ANIMALES DOMÉSTICOS Y DE COMPAÑÍA
En el atardecer dorado de la
campiña va cayendo el sol como un globo de oro tras las sierras del oeste, como
una abúlica brasa encendida, como un velo rojo ensangrentado. Entonces, tú
cantas al río y a la arboleda, a las sierras y a la noche que llega, para que
todas las cosas mantengan solidarias su existencia, y has notado un sentimiento
de culpa voluptuoso, que quizá tenga todas las trazas de un sueño. A esta hora,
recuerdas, ella siempre acaba llorando.
NUEVE DEPORTES
Te escribo desde una taberna
del puerto rodeado de golfos, rateros y buscavidas. Afortunadamente, conservo
el mapa de la ruta y presumo que saldremos el lunes quizá, o tal vez el martes.
He conseguido, al fin, la paz que a tu lado no encontré: frente a mí se
extiende pintoresca la dársena en donde se mece un buque mercante y nueve
lanchas... Riega, si lo tienes a bien, el rosal todos los días, porque no
pienso volver. No quiero verte ni saber nada más de ti.
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